CIENCIA
Paleontología

El T-Rex, una máquina de matar con cerebro de lagartija

Un nuevo estudio rebaja la estimación sobre su número de neuronas y descarta la posibilidad de que fuera tan listo como un primate

Modelo esquelético de T. rex en el Museo Senckenberg de Frankfurt, Alemania.
Modelo esquelético de T. rex en el Museo Senckenberg de Frankfurt, Alemania.Kai R. Caspar
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El Tyrannosaurus rex, un depredador, una trituradora de carne, una máquina de matar de 13 metros de largo y cuatro de alto, el gran icono del desaparecido mundo de los dinosaurios, pero no un tipo muy listo.

Conocer la inteligencia de los dinosaurios, sin contar con la supervivencia de tejidos blandos como el cerebro, se ha convertido en una barrera insalvable para la paleontología. Algo que no ha evitado que, a principios del pasado año, en un artículo publicado en Journal of Comparative Neurology, unos científicos llegaran a la conclusión de que su cerebro pesaba un tercio de kilo y contenía 3.300 millones de neuronas corticales. El equivalente al cerebro de un primate babuino, lo que convertía al T-Rex en un animal mucho más listo de lo que se creía, capaz de resolver problemas simples, usar herramientas, e incluso desarrollar alguna especie de cultura que transmitir de padres a hijos. Sin embargo, un equipo internacional de paleontólogos, científicos del comportamiento y neurólogos ha reexaminado el tamaño y la estructura del cerebro de los dinosaurios, y han llegado a la conclusión de que en realidad no eran tan listos, y se comportaban de la misma manera que otros reptiles, como cocodrilos y lagartos.

The Anatomical Record acaba de publicar un estudio que analiza más de cerca las técnicas utilizadas para predecir tanto el tamaño, la anatomía y el número de neuronas en los cerebros de los dinosaurios, llegando a la conclusión de que las suposiciones anteriores sobre el tamaño del cerebro de los dinosaurios y la cantidad de neuronas que contenían no eran confiables.

Para saber más

La información ante sobre los cerebros de los dinosaurios provenía de los rellenos minerales de la cavidad cerebral, denominados endocasts, así como de las formas de las propias cavidades. Ahora el equipo formado por Hady George, de la Universidad de Bristol; el doctor Darren Naish, de la Universidad de Southampton; el doctor Kai Caspar, de la Universidad Heinrich Heine; el doctor Cristian Gutiérrez-Ibáñez, de la Universidad de Alberta; y el doctor Grant Hurlburt del Museo Real de Ontario, acaban de descubrir que se había sobreestimado el tamaño del cerebro y, por lo tanto, también el número de neuronas. Además de recordar que las estimaciones del recuento de neuronas no son una guía fiable de la inteligencia.

Para reconstruir de manera fiable la biología de especies extintas hace mucho tiempo, argumenta el equipo, los investigadores no podían pasar por alto otras muchas evidencias, como la anatomía esquelética macroscópica, la histología ósea, el comportamiento de parientes vivos y los rastros fósiles, incluidas las huellas.

La misma hoja de ruta que ha servido para afirmar que habitó los bosques subtropicales y planicies desde Alberta (Canadá) hasta Coahuila (México). Que vivía unos 25 años. Que poseía un gran oído y olfato, capaz de detectar presas a muchas millas de distancia. O que tenía una fuerza de mordida equivalente a 57.000 Newtons.

"El recuento de neuronas no es un buen predictor del rendimiento cognitivo, y su uso para predecir la inteligencia en especies extintas hace mucho tiempo puede dar lugar a interpretaciones muy engañosas", concluye la doctora Ornella Bertran, del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont.

"La posibilidad de que el T-Rex haya sido tan inteligente como un babuino es fascinante y aterradora, y tiene el potencial de reinventar nuestra visión del pasado", advierte el Dr. Darren Naish . "Nuestro estudio muestra que todos los datos que tenemos van en contra de esta idea, y que se parecían más a los cocodrilos gigantes inteligentes, lo que también es igual de fascinante".

El rey de los lagartos tiranos, siguiendo su traducción literal, vuelve así a ser un lagarto tirano y no un mono tirano. Aunque sus capacidades siguen fascinando a los investigadores 65 millones de años después de su desaparición.