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Monkey Man, la película que revoluciona la India a hostias

El actor de 'Slumdog Millionaire', Dev Patel, debuta como director con una eléctrica descarga de adrenalina que escenifica inlcuso la deriva autoritaria en la India y que la censura no parece dispuesta a pasar

Un momento de 'Monkey Man'.
Un momento de 'Monkey Man'.MUNDO
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"Tras ver Rambo anoche, ya sé lo que haré la próxima vez". La frase es de Ronald Reagan y sirvió para, con la crisis de los rehenes estadounidenses en Beirut de 1985 como telón de fondo, sellar la suerte del soldado encarnado por Stallone. Rambo fue a partir de ese momento el símbolo arrogante de toda una década por definición arrogante. De repente, un héroe de acción podía ser también un manifiesto político. La primera de las entregas de la serie, 'Acorralado', se estrenó un año después de la elección de Reagan a la presidencia y, en su inocencia aún, seguía el discurso traumático sobre Vietnam de todo el cine anterior. La siguiente, la que tanto gustó al presidente y actor de cine, era ya otra cosa. Entonces, ya sí, el discurso revisionista se había instalado en buena parte de las producciones de acción. El nuevo relato decía ahora que la guerra no la perdieron los soldados, sino los burócratas. De paso, el señalado era el Estado como problema. La escalada armamentística y, mucho más relevante, el furor liberalizador, que a la vuelta del siglo acabaría estrellándose contra la mayor de las crisis, tenía su excusa, su símbolo y su héroe.

Monkey Man comparte con Rambo su carácter de símbolo. Hasta de manifiesto. Aunque quizá desde el lado opuesto del espectro ideológico. Y lo hace antes incluso de su estreno en la India, ahí discurre toda ella, y con anterioridad a que la temida censura (en su literalidad, Junta Certificadora bajo las siglas de CBFC) haya dado su más que improbable visto bueno. Sobre el papel, se trata de una cinta de acción. El debut a los mandos del actor Dev Patel, por siempre protagonista de 'Slumdog millionaire', no es más que eso: un muy entretenido y muy sabio reciclaje de mil influencias diversas que combina con la misma gracia y virtuosismo los modales espasmódicos de John Wick con la tradición del género de 'venganzamática' más clásica heredera de la resucitada (Tarantino mediante) 'El ex-preso de Corea', de John Flynn, sin olvidar los restos aún vivos de 'Old boy', de Park Chan-wook, o mil otras influencias oscuras del cine popular de artes marciales de los 70 y más atrás (pensemos en toda la producción de los estudios Shaw Brothers) con Bruce Lee como santo, seña y referente.

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Esto sobre el papel. Sobre la pantalla, la historia adquiere más tonos y todos ellos polémicos. Patel, británico de nacimiento, no oculta su intención y ganas de poner en solfa la deriva autoritaria del país de sus raíces. La historia de un luchador que se disfraza del semidiós hindú Hanuman (el mono del título) para entrar en el ring es también el relato de un justiciero enfrentado a un casta de privilegiados corruptos que se sirve de la religión para ejercer el poder sin ningún tipo de escrúpulos. Son muchos los paralelismos, unos más forzados que otros, entre el modo en que el gobierno nacionalista de Narendra Modi parece haber hecho causa con el hinduismo en la India actual y la manera de representación en la cinta de un político convencido de convertir su ideología nacionalista y hasta 'trumpista' en dogma de fe. Se diría que, desde el ángulo contrario, 'Monkey Man' es, como Rambo, símbolo de su tiempo. La diferencia, no menor, es que si el americano estaba ahí para legitimar el imaginario de su tiempo, el indio lo discute de manera algo más que solo radical.

'Monkey Man' cuenta la historia de un hombre dispuesto a cobrarse la cuenta pendiente del policía que acabó con la vida de su madre y con el futuro de su comunidad cuando apenas era un crío. Ahora, ya mayor, se gana la vida en la lucha clandestina donde pelea con una careta de mono (Hanuman) y ahí es donde se curte. La idea es colarse en el lujoso hotel donde el objeto de su venganza disfruta de todos los excesos. Pronto descubrirá que no es tan fácil. El agente de marras no solo lucha bien sino que además está debidamente protegido por el líder religioso que controla la ciudad, el país y todo. Uno de los usos más comunes tanto del nacionalismo como de la religión, en efecto, es éste: controlar. Y es en este punto donde la película empieza con sus malabarismos entre la ficción más desenfrenada y la realidad actual más cruel. Los villanos no hacen ascos a usar el hinduismo y la iconografía religiosa como coartada y excusa para la violencia nacionalista más salvaje; escenas de protestas antigubernamentales reales son utilizadas a modo de escenario en la cinta y la simbología ficticia copia descaradamente la real del partido del presidente Modi. Y quien quiera entender que entienda.

Dev Patel en un momento de 'Monkey Man'
Dev Patel en un momento de 'Monkey Man'

Dev Patel no deja un solo charco sin pisar. Si tiempo atrás la censura vetó por impía una frase en la producción de Marvel 'Black Panther' en la que se escuchaba "Gloria a Hanuman", ahora es la máscara omnipresente de Hanuman la que desafía a la Junta Certificadora con una pasión desusada. La regla de los censores y que se aplica de forma puntual a toda película proyectada en la India es eliminar directamente tanto las escenas explícitas de violencia, así como el lenguaje considerado obsceno. Es decir, la pantalla o se queda muda o da un salto. Raras son las secuencias de 'Monkey Man' en las que o no se ve sangre o no se escucha una barbaridad. Y así. Netflix, visto lo visto, rechazó la película para evitar problemas con sus millones de subscriptores en el subcontinente. Y Universal, que se hizo con ella, se limitó a cambiar los colores de los carteles y donde se veía un amarillo azafrán (símbolo del nacionalismo hindú) pasó a verse el rojo. El canto que hace a la comunidad trans la película tampoco ayuda. Se diría que es todo un desafío. Allí, entre los proscritos de las buenas maneras y lejos de la gente de bien, nuestro héroe se prepara para el gran golpe.

Por lo demás, poco o nada se puede reprochar a Patel en su estreno como director. Con un sentido del ritmo ciertamente depurado, la película avanza por la pantalla como lo haría una descarga eléctrica. La primera huida del protagonista entre las calles más profundas y sobre los tejados más altos de una ciudad salvajemente herida por la desigualdad se antoja modélica, la contraimagen incluso del melodramatismo untuoso de 'Slumdog...'. El equilibrado manejo de la ironía (genial el choque contra la dura ventana), secundado por una puesta en escena que abraza el caos con devoción, guía los pasos a un derroche que sabe hacerse fuerte en sus errores. Es cierto que la coreografía de algunas de las escenas de acción por momentos desconcierta, de puro rudimentaria, pero en su artificiosidad añaden una nueva lectura muy cerca de la nostalgia: qué bien cuando el género no era ni tan perfecto ni resultaba tan escrupulosamente coreografiado.

Así las cosas, 'Monkey Man' se antoja todo un acierto, la forma más brillante y enérgica de llevarle la contraria a casi todo. Este sí es el espíritu del tiempo, del tiempo correcto, del buen tiempo... que no el de Rambo.