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Paola Cortellesi: "Para Meloni, mi película es valiente. Con eso me basta"

Su debú como directora, 'Siempre nos quedará mañana', es un ya fenómeno que clama por el consenso contra la violencia machista con más de cinco millones de espectadores en Italia

Paola Cortellesi, a la derecha, en un momento de 'Siempre nos quedará mañana'.
Paola Cortellesi, a la derecha, en un momento de 'Siempre nos quedará mañana'.MUNDO
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Un fenómeno es, por definición, algo extraordinario. Por lo menos, de acuerdo con la segunda acepción de la RAE. La primera, en cambio, habla de «toda manifestación que se hace presente a la consciencia y aparece como objeto de su percepción». Es decir, lo más ordinario de todo. ¿Cómo puede la misma palabra referirse a la vez a lo inaudito y a lo común a la vez? Quizá la respuesta se encuentre en Siempre nos quedará mañana, la película de Paola Cortellesi (Roma, 1973) que desde el meticuloso retrato de la más clara y evidente de las cotidianidades ha conseguido convertirse en un auténtico fenómeno.

Los cinco millones de espectadores conseguidos en Italia y las 19 candidaturas a los Premios Donatello (los Goya de allí) son solo un preámbulo de un éxito global (en España ha destacado entre los estrenos menores). Hasta la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, se ha rendido y, pese a su diáfano mensaje de la película contra «la violencia machista» (que no intrafamiliar) y el patriarcado, no le ha quedado más remedio. «La calificó de película valiente. Me vale. Me doy por contenta», dice la directora durante la presentación de la cinta en el Festival BCN de Barcelona.

La película arranca, para situarnos, con una bofetada. «Es lo único que tenía claro cuando empecé a pensar la película», dice la antes actriz y guionista durante más de 10 años. Lo que sigue es un eco doloroso de esa primera agresión. Estamos en la Italia liberada de 1944. Delia, el personaje que interpreta la propia Cortellesi, será acto seguido acosado y humillado por una hija que no perdona su pasividad, por un empresario que se aprovecha de su condición de mujer, por un suegro que desprecia su pobreza y hasta por dos hijos que reproducen los usos y modales de la sociedad en la que crecen.

«La situación ha cambiado, pero no tanto. Basta mirar el número de feminicidios anuales. Los jóvenes tienen que preguntarse por lo que piensan y si lo que piensan está impuesto por el entorno o es realmente pensamiento propio. El cine y el arte existen para cultivar la duda. De lo contrario, vivimos en una prisión», dice la directora en un intento quizá de explicar la razón y hasta el sentido del fenómeno. Y sigue: «Siempre que haces algo esperas que lo vea la gente, que cree debate. Pero lo que ha pasado no tiene precedentes. La verdad, soy incapaz de explicar por qué ha pasado lo que ha pasado».

Cortellesi, a su modo, se siente responsable y hasta depositaria de un mensaje nuevo. No mesías de nadie, pero casi. "Es una responsabilidad y la acepto". Dice que, ahora más que nunca y con dos mujeres al frente del Gobierno y de la oposición en su país (la citada Meloni y Elly Schlein), es preciso un consenso "más allá de ideologías". "Lo inaudito es que ahora mismo no hay ninguna asignatura en los colegios que hable de educación sentimental y sexual; lo inaudito es que aún se entiendan las relaciones desde un punto de vista posesivo... Siempre habrá voces que protesten que se quiera enseñar el sexo a los niños. Esa retórica retrógrada no ayuda. Nunca antes habíamos visto las violaciones en grupo de adolescentes como ahora. Está claro que estamos haciendo las cosas mal y lo que estaba mal antes sigue mal ahora", razona la cineasta con una expresividad y contundencia a la altura a menos de la expresividad y contundencia de su película.

Y concluye: "Lo que espero es que las dos mujeres con más poder de mi país se pongan por fin de acuerdo para hacer una reforma escolar que cambie la mentalidad de las nuevas generaciones hacia el respeto a las mujeres y el respeto mutuo. Lo que está claro es que aumentar el castigo y las penas, no es suficiente". Queda claro.

Rodada en blanco y negro, Siempre nos quedará mañana mezcla la comedia con el drama, la música con las lágrimas. «Me he criado en ese cine de De Sica, de Monicelli, de Comencini... Y eso es lo que buscaba. La comedia es parte de la vida hasta en los momentos más duros. Se puede reír hasta para avergonzarse de lo que se ve», añade. Recuerda Cortellesi que se crió viendo en la tele las grandes comedias italianas, las del neorrealismo rosa y las más oscuras. "El pasado tiene el color de mis recuerdos y en él no existe el color", dice y quizá ahí apunte uno de los secretos del fenómeno: el perfecto retrato de un tiempo y un espacio compartido. Misterioso aún, pero compartido.

¿Y el éxito? «No rechazo lo popular porque es lo universal, lo esencial... Pienso en Yesterday, de los Beatles. Son apenas tres notas y ahí hay un universo entero», comenta en un arranque de probablemente lo contrario a la modestia. "En uno de los muchos pases con público a los que he asistido una mujer me dijo: 'Cuando entré en el cine era Delia. Ahora ya no lo soy'. Me gusta esa actitud, pero más que me gusta que casi el 50% de los que han ido a ver la película en Italia son hombres. No es una película sobre mujeres para mujeres", afirma, se toma una pausa y concluye: "Nilde Iotti, partisana y primera presidenta del Congreso italiano, decía que ningún derecho es para siempre, que hay que pelearlo día a día. Pues eso es lo que quiere decir la película. Los derechos de 1944 son los de ahora". La película acaba el día que las mujeres fueron a votar por primera vez. "Ese día hay que recordarlo, una y otra vez". Lo dicho, un fenómeno.