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Rosario Raro: «A Martha Gellhom siempre se la cita como una de las mujeres de Hemingway, como si no tuviera entidad propia»

La escritora segorbina viaja a Normandía para relatar la historia de la única mujer que presenció el desembarco entre más de 150.000 hombres
lunes, 29 abril 2024 - 14:02

La escritora Rosario Raro (Segorbe, 1971) presentó en el Menador de Castellón su última novela, ‘Prohibida en Normandía’ en la que relata la historia de Martha Gellhom, la única mujer que presenció el desembarco entre más de 150.000 hombres

¿Qué le empujó a escribir ‘Prohibida en Normandía’?

Colocar en el primer plano como protagonista, en el lugar central que merece, a Martha Gellhorn, la única mujer que participó en el desembarco de Normandía el día D a la hora H, entre unos 156.000 hombres.

Fue una grandísima periodista y escritora que no quería pasar a la historia como una nota a pie de página de la vida de otra persona, aunque eso fue exactamente lo que le sucedió.

Siempre se la cita como una de las mujeres de Hemingway como si no tuviera entidad propia, como si solo la definiera su breve matrimonio con él durante la Segunda Guerra Mundial. Algo que ella siempre sintió como un paréntesis, no demasiado relevante, en su apasionante vida.

¿Por qué es importante la figura de Martha Gellhorn?

Porque fue una de las corresponsales de guerra más importantes del siglo XX. Antes de llegar a Gran Bretaña desde Estados Unidos en 1944 ya había estado cubriendo los conflictos de Finlandia, Hong Kong, Singapur, Birmania, Bretaña y España.

Cuando la revista para la que trabajaba, Collier’s Weekly la envió a China, Hemingway no llevó nada bien ser solo su acompañante. Decía que quería una mujer en su cama y no a una reportera en el frente. Martha Gellhorn llevaba muchas guerras en la mochila. Para que nos hagamos una idea de su carácter indómito y de su voluntad basta un dato: con ochenta y un años cubrió la invasión estadounidense de Panamá.

¿Cree que casos de censura como el de Gellhorn favorecen a la creación de una narrativa hegemónica de la historia?

Sin duda. En este contexto de la Segunda Guerra Mundial no solo sucedió con ella, sino con muchas otras mujeres que participaron en cuestiones clave como la criptoanalista Ann Mitchel, con Fanny Hugill, la encargada de registrar las rutas de los buques que navegaban por el canal de La Mancha, por poner solo un par de ejemplos, figuras imprescindibles que nunca salían en las fotografías. Se alegaba que por motivos de seguridad.

Tampoco estuvieron demasiado presentes las enfermeras, las del servicio postal y muchísimas más como sus compañeras, las otras periodistas.

Pero la censura también alcanzó a todo lo que se oponía al discurso oficial. Es también reseñable el caso del director de cine John Ford que grabó una película documental simultáneamente al desembarco, pero que las autoridades no consideraron apropiada que se proyectara, dada la crudeza de sus imágenes, para que los jóvenes continuaran alistándose y llegando a Europa. La hicieron desaparecer.

De esta cinta solo he podido rescatar veinte minutos y, efectivamente, son terroríficos. Martha Gellhorn era pacifista, como esta novela y como yo. En su caso, no podía ser de otra manera después de haber vivido tantas guerras.

En cierta forma, ¿se vio reflejada en las dificultades sufridas por Gellhorn para abrirse camino con su escritura?

Ella dice que escribir puede llegar a ser como “masticar cemento”. Cuando leí esa expresión en uno de sus libros de crónicas (que tuvo que autoeditarse) sonreí porque me identifiqué mucho.

El esfuerzo de escritura de esta novela ha sido equivalente al de varios libros anteriores míos. Martha Gellhorn escribía y escribía, pero le costaba mucho que le publicaran sus textos. Lo mismo me sucedió a mí durante muchos años, más de treinta.

Pero, a pesar de sentirme como una voz que clamaba en el desierto, nunca dejé de contar historias. Ahora tengo más del ochenta por ciento de mi obra, por llamarla de alguna manera, inédita.

Hay muchas cosas que no publicaré porque considero que solo fueron ejercicios de estilo, para soltar mano. Con esos antecedentes, cuando una edición de una novela mía se agota en un solo día, cuando me traducen, cuando me veo en un telediario, cuando me dicen que se han disparado las ventas en México o en Francia..., imagínate lo que siento tras tanto esfuerzo.

He leído que participa en cursos de verano sobre mujeres en la literatura, ¿por qué es importante la reivindicación de estas figuras?

Porque, aunque algunas de ellas sí que tuvieron relevancia en su época, después fueron borradas del canon y, por tanto, no pasaron a la historia. La posteridad, en el sentido de fama póstuma, les fue esquiva. Creo que es importante esta labor de rescate, no solo de las mujeres, sino de todos aquellos que participaron en determinados hechos que se han intentado ocultar y que hay que traer a la actualidad precisamente porque arrojan mucha luz sobre el presente, lo explican.

¿Cuántas historias nos podemos estar perdiendo por la discriminación?

La discriminación ejerce un efecto de borrado, de ninguneo. Se proyectan sobre determinadas personas y, por motivos muy diversos, una serie de prejuicios, de supuestos, muy limitantes. Con la discriminación el otro gran afectado es quien la practica porque se pierde mucho. Tiene una visión muy sesgada de eso que hemos convenido en llamar realidad.

Yo aspiro a que llegue un día en el que el género sea considerado solo un rasgo más, como tantos otros que nos constituyen.

¿Supone esto un peligro?

Como toda intervención que altere los hechos, su percepción y transmisión.

Cuando le es posible, intenta visitar las localizaciones que aparecen en sus novelas, ¿cuántos lugares ha visitado gracias a la literatura?

Solo en el caso de esta novela he estado en todos los escenarios en los que sucede: Hollywood, San Luis, Nueva York, Londres, Dover, Calais, Caen, las playas de Normandía, Pau, Canfranc y las demás localizaciones que aparecen y que no desvelo para no cargarme la intriga.

Solo me ha faltado Ushuaia, en Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, así se llama la provincia de la que es capital. Uno de los personajes repite el nombre de este lugar porque es para él algo así como un mantra y un oasis mental.

¿Cree que, en la escritura, es importante empaparse de otros entornos?

Viví diez años en Perú y esto me sirvió para comprobar que siempre hay muchas otras formas de hacer las mismas cosas, me ‘desautomatizó’, por decirlo de alguna manera. Antes también había pasado un tiempo en Italia. Dicen, con una comparación muy cercana al tema de mi novela, que la mente es como un paracaídas: para que funcione tiene que abrirse.

¿Cuánto del proceso de la redacción de una novela ocupa la documentación? Especialmente en su caso, que sus libros beben tanto de hechos históricos.

En la tradición anglosajona se llama faction a la ficción basada en hechos reales (en facts). A mí me satisface mucho tomar argumentos de la realidad porque siempre son mejores a los imaginados, al menos en mi caso. Mi labor de investigación comienza antes de escribir la novela, claro, pero continúa durante el proceso creativo y después. Ahora, por ejemplo, sigo leyendo sobre Martha Gellhorn, el ejército fantasma y el Hollywood dorado para responder a las entrevistas.

¿Qué podemos esperar de ‘Prohibida en Normandía’?

Leer una historia no contada todavía. Para mí como lectora eso es muy importante. Cuando escribo intento revelar hechos silenciados, conmover y, por supuesto, entretener.

¿Durante cuánto tiempo estuvo trabajando en esta novela?

Más de tres años, aunque Martha Gellhorn ya vivía conmigo desde bastante tiempo antes, pero fue una vez que envié a la editorial Planeta mi novela anterior que supe de su vinculación con el desembarco y me puse manos a la obra para desentrañar esta historia, la suya, que fue borrada de las playas de Normandía.

Cuando mi editor me preguntó en qué andaba y le hablé de ella exclamó: «Por fin». Yo no sabía a qué se refería. Enseguida me aclaró que llevaba décadas esperando a que alguien escribiera esta historia para poder leerla.