LA LECTURA
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La exposición en la que 'mueres', cruzas un laberinto y sales de una vagina

Quítate los zapatos y 'muere' para cruzar el umbral: así empieza 'El otro lado', la muestra viral que explora el inconsciente y ya es la más comentada de Barcelona

La instalación 'Parto'
 de la artista canaria 
Yapci Ramos.
La instalación 'Parto' de la artista canaria Yapci Ramos.ARTS SANTA MÒNICA
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Flotando sobre una cama de agua en la semioscuridad de una sala roja, al estilo burdel de Sky Rojo o de una peli ochentera de Rocco Siffredi, lo último que uno espera oír es: «Felicidades, has muerto». Así empieza el viaje al otro lado, la exposición de Arts Santa Mònica que más está dando de qué hablar en Barcelona y que se está viralizando en TikTok. El otro lado es un divertimento filosófico con múltiples capas: una reflexión sobre la conciencia, el sueño y la muerte. Pero también es un juego, como un Port Aventura o un scape room en un centro de arte.

«Vas a entrar en un laberinto. Pero tranquilo, no te perderás», te advierten mientras te quitas los zapatos y accedes a un lisérgico vestuario que podría ser de Lady Gaga, de una drag queen o de un unicornio (a cargo de la diseñadora y figurinista Giulia Grumi). Algunos escogen una simple cazadora retro, otros un disfraz de ¿eso es una langosta? o, los menos, continúan con su ropa de calle. La idea es «transformarse» con alguna prenda surrealista para cruzar a los otros lados. Porque no hay uno solo.

Como si fuese una de esas películas de un futuro distópico o el vestíbulo de la Seguridad Social, coges turno y te sientas en una sala de espera. Hay tres puertas tipo consulta médica y suena música ambiente como de crucero. En apenas cinco minutos (no, no es la Seguridad Social), te toca entrar en una de las cabinas: una estancia casi a oscuras, de reminiscencias budistas y con una cama de terciopelo azul en el centro. Una voz te invita a tumbarte y recita un texto poético-filosófico.

Entonces, te mueres y «activas la siguiente vida».

«Me ha dado un poco de mal rollo», comenta un joven con túnica celeste a la salida, en la que realmente empieza el recorrido por un extraño laberinto, sin cartelas ni nombres de artista. Nos adentramos en lugares oscuros o en pasillos blanquísimos, donde nos cruzamos con más público vestido de oso arcoiris, tutús de colorines o chalecos de peluche. Si los otros hacen cosas muy raras probablemente sean uno de los performers infiltrados en la muestra. Arriba se extiende todo un cosmos, donde podemos subir a contemplar planetas y estrellas.

«Esta es una exposición sobre el inconsciente, no podía ser conceptual y basarse en la palabra: es vivencial, inmersiva y experimental», dice el director de Arts Santa Mònica, Enric Puig, comisario de la muestra junto al director teatral Ferran Utzet, que hace unos meses estrenaba en el Teatre Lliure el clásico norteamericano Nuestra ciudad de Thornton Wilder. «En el contexto de transformación digital acelerada en que vivimos tenemos que pensar en otro tipo de consumo cultural. ¿Cómo ponemos el cuerpo en un centro de arte y cómo nos desplazamos por él? La visita a un museo no puede consistir solo en el formato clásico de ver obras en una pared, tenemos que inventar alternativas y cambiar el tipo de mirada. Por eso trabajamos en la intersección con las artes escénicas y performativas».

El vestuario donde el visitante escoge un disfraz antes de entrar en la exposición.
El vestuario donde el visitante escoge un disfraz antes de entrar en la exposición.ARTS SANTA MÒNICA

Aunque El otro lado no es una exposición pensada para un público adolescente, su viralidad en TikTok está atrayendo a muchos jóvenes. «Algunos se lo toman como un juego, pero cuando salen se plantean preguntas y reflexiones. Conseguir eso es un gran éxito», se felicita Puig. Un éxito que parte de la propia concepción de la exposición: aunque Puig y Utzet hayan actuado como los directores de orquesta, los nueve artistas que participan en ella han diseñado sus obras y el recorrido en un trabajo colectivo, como un equipo de fútbol curatorial. Yeso se nota en una narrativa sin cortes, psicoanalítica como la exposición que cada uno interpreta a su manera. Resulta que el umbral de resurrección con esa estética entre lo budista y el burdel barroco simboliza un útero para su autora, la artista vasca iara (sí, en minúscula) Solano Arana, fundadora del colectivo Sleepwalk .

«La exposición no está pensada para descifrarla y entenderla sino para sentirla y disfrutarla», reivindica Puig. «A veces, los centros de arte contemporáneo contribuimos a cierta sensación de vértigo o miedo que tienen los visitantes, muchos no saben si van a entender la exposición que van a ver. Pero no hay que olvidar que el arte tiene una dimensión lúdica, de gozo. Intentamos potenciarla manteniendo un equilibrio».

Como en el médico o Hacienda, esperas tu turno para adentrarte en el laberinto.
Como en el médico o Hacienda, esperas tu turno para adentrarte en el laberinto.ARTS SANTA MÒNICA

Si al laberinto se entra por un útero, la salida es un Parto (otra de las piezas más virales y fotografiadas, de la canaria Yapci Ramos). En una habitación de un rojo intensísimo oímos los pensamientos -a veces contradictorios- de una mujer sobre el deseo: sexual, de ser madre, de ser libre. Mientras cruzamos un túnel que se va minimizando, nos agachamos, apartamos una membrana y... nos vemos saliendo de la vagina de una mujer cubierta de pintura blanca. Esla imagen más reproducida de la muestra.

Algo aturdidos por el laberinto y el parto, recuperamos los zapatos y subimos a la primera planta. El viaje continúa aunque, ahora sí, se vuelve conceptual. «Esta parte actúa como un reverso. Para entender lo que has visto y sentido en el laberinto, en la primera planta se despliega la capa de la conciencia», indica Puig. Se trata de una serie de entrevistas con artistas, científicos, filósofos o psicólogos que profundizan en la idea del otro lado, con todas sus aristas y complejidades.

El túnel sonoro de la instalación 'Parto' de Yapci Ramos.
El túnel sonoro de la instalación 'Parto' de Yapci Ramos.ARTS SANTA MÒNICA

Y aún queda el desván.

Arriba se despliega la más inquietante de las obras, de Gian Maria Tosatti, artista que representó a Italia en la última Bienal de Venecia. Conocido por sus impactantes instalaciones, Tosatti recupera su pieza sobre el apartheid. Viene a ser otro laberinto salvo que con una sucesión de habitaciones antiguas. En todas hay dientes humanos desperdigados en distintos rincones y vasos de agua medio vacíos. Ningún espejo devuelve la imagen, todos son opacos. Así es su sutil denuncia de los fascismos, tanto los de Europa como el de Sudáfrica. «La mayoría de personas no cometieron ninguna atrocidad, pero estaban allí mientras se proclamaban leyes raciales y tenían lugar la deportación y la segregación, unas girando la cabeza hacia otro lado, otras creyéndose todo lo que les decían», explica el artista. El juego también puede ser muy serio. Y político.