LA LECTURA
Este finde
Isabel González

Zanahorias, un tatuaje, Alexandra y un fantasma

Infografista de EL MUNDO y escritora, Isabel González es autora de la novela 'Mil mamíferos ciegos' y de los libros de relatos 'Casi tan salvaje' y 'Nos queda lo mejor', editados en Páginas de Espuma

Zanahorias, un tatuaje, Alexandra y un fantasma
Actualizado

Huertos comunitarios

Flores, lechugas y tierra. Uñas sucias, lechugas y lombrices. Eso queremos. Trabajar la tierra y no las teclas. Olor a tierra: petricor. Ese aroma de la interacción entre agua, suelo y microorganismos nativos. Nativos de pueblo: la mayoría de nosotros; impostores urbanos y rurales que echamos de menos el huerto del padre o del abuelo; lo que quisieron enseñarnos y el poco caso que les hicimos. Distinguir la mata de acelgas de la de borraja. Las raíces de zanahoria de las de nabo. Que las calas crecen en las orillas húmedas de las acequias. Asumida la impostura, buscamos un trozo de tierra en la guía de Huertos Urbanos de la ciudad -en Madrid ya existen más de cincuenta parcelas cedidas a asociaciones que han puesto huertos en marcha-, o en la Fundación Montemadrid, con más de noventa huertos de agricultura ecológica, cuidados por voluntarios. En La Casa Encendida también hay propuestas hortícolas. Y en todo caso, si te van más las berzas que la gestión comunitaria, plántate en uno de esos arriates pelados de tu calle.

'Duración de un fantasma'

Una novela que perturba. Si disfrutas con ese gustirrinín morboso de ver lo que otros no ven porque no se atreven, de pensar lo que otros no piensan salvo en ciertas estaciones de incendio, este es tu libro. Dos hermanos con poderes sobrenaturales -los de ella, entre otros menos placenteros, tirarse a quien quiera- se reúnen para reproducir el juego infantil de la familia unida que fueron junto a su madre y su padre; unos muertos, otros vivos, otros en un estado intermedio como fantasmas o animales; en ese caldo primigenio del agua y la duda. Pues esta road movie recorre una España siempre con un lago o un mar donde calmar el dolor. ¿Cuánto contenemos nuestros poderes, nuestras pasiones, para no destruirnos ni que destruyan a los que amamos? ¿Qué sucede si exigen su paso? Biurrun busca respuestas cuya revelación no relega el temblor. Elegante y misterioso, descifra las crisis que nos atraviesan, indesligables del tiempo atávico. De ahí lo inabarcable de sus tramas, redondas, pero con la porosidad de la piel. Sudan y trascienden. Precisas hasta decir: "Existen dos clases de dolor. Uno te derrumba y te hace consumirte en la autocompasión; el otro está hecho de cólera, y busca ciegamente culpables". Duración de un fantasma. La belleza de lo inexplicable que aúna.

Alexandra Duprez

Dibujos luminosos y simbólicos. No recuerdo cuándo vi por primera vez la obra de Duprez. Pero sus dibujos se me incrustaron como imágenes primitivas. Con la fiereza de la verdad y el fulgor de lo innombrable. Ese gozo raro y fugaz de entender. Lo que ella nos da. Decisión y libertad, geometría y expresión. Ojos, brazos, pies, fugas, vórtices. Simbolismo que administra el color sin dispendio, con el instinto de quien sabe por qué verde el caballo y el hombre en negro. Una sabiduría arcaica. A los dieciséis años, Duprez se marchó a Australia. Allí conoció a una mujer experta en arte aborigen que le regaló unos lápices, y ya no dejó de usarlos. Ahora pinta en lo alto de su casa de Douarnenez (Francia) y la Galerie Albrecht (Berlín) muestra sus dibujos hasta el 20 de abril: Fragmentos de un mundo cambiante. Si andas por Berlín, ve. Si ella anda por aquí un día, yo no cambio. Estaré esperándola.

Tatúate

Como una danza, como curar. Hazte un tatuaje no por pirata, aunque si es así, bien; ni por transgresión, aunque si es así, bien; ni por amor, aunque si amas, mucho mejor. Hazte un tatuaje y vuélvete lienzo, parte de la obra, museo. Como dice Nadal Suau en su ensayo Curar la piel, conviértete en curador como cuidador "porque la relación entre tatuador y tatuaje da comienzo con una acción que demanda delicadeza"; y curador como comisario, que media entre el espectador y aquello que ve: tu tatuaje. La tatuadora, sin duda, tendrá que ser Raquel Fernández ([email protected]). Pintora, escultora, ilustradora. Una artista que dio el salto a las agujas, y lo minucioso y rotundo de su obra crece ahora en la piel humana. Aletea. Se agita. Raquel posee la virtud única de tatuar el movimiento. Sus líneas y manchas, sus formas abstractas o hiperrealistas no entran en duelo con el vaivén natural del cuerpo, sino que lo dotan de hondura y aire. «Los tatuados otorgamos una danza a los tatuajes», dice el ensayo, y Raquel danza en el estudio de tatuajes TAO Gallery. Llama. Baila.