Europa se está descapitalizando. La pérdida de peso internacional de su economía (su PIB es el 65% del de EEUU), la crisis demográfica y la agresividad de las políticas proteccionistas de la Administración Biden y de China han puesto a la UE en una situación delicada que le obliga a exprimir sus fortalezas y eliminar ineficiencias.
Además del primer espacio de libertad del mundo, la UE sigue siendo un enorme mercado común de 440 millones de ciudadanos (Estados Unidos tiene 332). Pero debe comport
arse como tal y facilitar el acceso de sus empresas a una financiación más competitiva, eliminar burocracia y
no confundir el chovinismo económico rancio con la necesaria soberanía democrática de los Estados.
El ex primer ministro italiano Enrico Letta entregará la semana que viene su informe sobre la situación del Mercado Único. Aboga por suprimir «barreras ocultas» y unificar los mercados financieros, energéticos y de telecomunicaciones para hacerlos más eficientes. Ello debe permitir aflorar fondos privados para financiar una transición verde que está generando rechazo.
La sobrerregulación europea supone un coste para las empresas que les impide competir fuera
. A Europa le falta escala y productividad y le sobran muros. También a España, con una fragmentación autóctona al gusto de los nacionalismos.
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