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Nicolas Ghesquière y Alicia Vikander, Karl Lagerfeld y Kristen Stewart, ¿significan lo mismo que Gala para Dalí?

En un mundo donde la belleza es una categoría efímera y siempre bajo sospecha, ¿tiene cabida la figura fascinante de la musa?¿Hay sitio para una Gala? Y, más allá, ¿existiría un Dalí para ella?

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Alicia Vikander en una escena de 'Irma Vep'.
Alicia Vikander en una escena de 'Irma Vep'.IMDB

Había una frase situacionista que recomendaba salir huyendo, deprisa y lejos, a aquella persona que resultase idealizada por alguien, por quien fuera, por un amante, un compañero de clase, un poeta, un panadero, un artista o un amigo de su hermana. «Si sales en los sueños de alguien, estás jodido/a», me parece que ese era el adagio, y si no era exactamente así, bien dicho que está con esas palabras, porque expresa el desprestigio del concepto de musa en el mundo contemporáneo.

Además, la condición de musa también es obviamente problemática en el marco del feminismo del siglo XXI, ya que su nombre evoca a un tipo de mujer pasiva, efímeramente agraciada en la tonta lotería del encanto y condenada, a la larga, a dejar de hacer gracia y a ser abandonada como un perrito cuyos dueños se fueron a vivir a Florida.

¿Qué hay de quien enmusa?

Bueno: esa es una visión crítica fácil de entender y difícil de refutar. Sólo que algo se nos pierde por el camino: la persona que enmusa, es verdad, tiende a enjaular entre barrotes de oro a su persona idealizada pero, al menos si es sincero, vive en una entrega absoluta a la belleza del mundo. Y esa es una actitud romántica de manual, para lo malo pero también para lo bueno, para lo muy bueno si se compara con la relación que tenemos hoy con la belleza.

La belleza, incluida la humana, sale a nuestro encuentro a cada minuto sin que nosotros tengamos que buscarla. Y nosotros, claro, respondemos con indiferencia y, en los días malos, con escepticismo. Ante esa cara que hubiese hecho que nuestros padres se tambalearan de turbación en 1970, decimos hoy «sólo es una mirada bonita más en Instagram», decimos «probablemente no sea para tanto y sólo sea alguien que se saca partido en las fotos», decimos «con esas pequitas y esos ojos celestes, esa chica es, evidentemente, la creación de una inteligencia artificial».

Artistas y sus musas

¿Cómo no sentir un poco de envidia por Dalí, que vivió como una epifanía el descubrimiento de Gala? Buñuel con Catherine, Kieslowski con Irène, Visconti con Alain... A todos los podríamos tratar de vampiros pero ¿viviremos alguna vez la belleza con esa intensidad? En cambio, la relación del artista y su musa también aparece hoy devaluada, porque aparece en forma de endorsement. El artista ya no es Dalí sino que es una firma que pertenece a un conglomerado. Y la musa ya no es una belleza al estilo de Kiti Mánver en 'Habla mudita', sino que es una actriz muy atareada que recibe muy buenos pagos a cambio de algunas bonitas fotos y de dar alguna entrevista íntima (pero no del todo) en la revista de 'Die Welt'.

Alicia Vikander y Vincent Macaigne en la serie 'Irma Vep'.
Alicia Vikander y Vincent Macaigne en la serie 'Irma Vep'.IMDB

Bueno, a veces sí aparecen nombres propios. Nicolas Ghesquière ha ligado su prestigio a los de Léa Seydoux y Alicia Vikander, como Karl Lagerfeld lo hizo al de Kristen Stewart; Olivier Rousteing al de Kim Kardashian... Y todo ha estado bien, pero nada ha sido más que una representación del viejo enmusamiento al estilo de Hubert de Givenchy y Audrey Hepburn. Je me souviens, me acuerdo de David Beckham retratado mientras dormía por Sam Taylor-Johnson... Aquello estuvo muy bien y además tuvo el aliciente de que hombre y mujer intercambiaban los roles de muso y artista adoradora. Pero han pasado 21 años de esa película y Beckham ya es un señor que lleva trajes de tres piezas y al que le asoman los tatuajes por las mangas de la camisa.

Assayas y Maggie Cheung

¿Salió el nombre de Alicia Vikander unas líneas atrás? Vikander era la protagonista de 'Irma Vep' (2022), la serie en la que el cineasta Olivier Assayas narraba un rodaje absolutamente disfuncional cuyos miembros terminaban en una consulta de psiquiatra, aturdidos por una sucesión de escenas de terror onírico y de apariciones fantasmales. Vincent Macaigne (sí, sí, ese actor francés tan muso; gordo, calvo y con greñas) interpretaba al alter ego de Assayas, que vivía desquiciado porque alguna vez había jugado a la comedia del artista y la musa (en el caso de Assayas, la musa fue la actriz hongkonesa Maggie Cheung).

Maggie Cheung en la película 'Irma Vep', de 1996.
Maggie Cheung en la película 'Irma Vep', de 1996.IMDB

Hasta que el juego terminó, y al artista le tocó ser el perdedor. Assayas, según se entiende al ver 'Irma Vep', se pasó los 20 años persiguiendo fantasmas, buscando mujeres que fuesen como Maggie Cheung para así olvidar a Maggie Cheung. Vaya plan tan malo, ¿verdad? En 'Irma Vep', Alicia Vikander era la última de esas mujeres, la versión más refinada posible. Sólo que su personaje no era un folio en blanco: Vikander interpretaba a una mujer fuerte y a la vez frágil, aburrida de sí misma, adorada por el público pero abandonada por su amante. Todo lo que hacía resultaba encantador y ella misma se odiaba por ello. Era la musa asqueada, dispuesta a intercambiar su papel con el artista, como en esas historias en las que el depredador termina por ser la víctima y la víctima se convierte en depredador.

El caso de F. y su novia

Tengo un antiguo compañero de colegio, F., que, en los primeros años de las redes sociales, publicaba obsesivamente fotografías de su novia, una mujer que era, cómo decirlo, era una chica normal que cada día posaba como si fuese Romy Schneider en 'La piscina'. Era 2008 cuando aquellas fotografías, teníamos treintaypocos años y todos éramos un poco más inocentes para estas cosas, inocentes para posar e inocentes para mirar. Sin embargo, hacia 2010 empezó a ser evidente la cara de tedio de la musa de mi compañero. Después desaparecieron sus retratos del muro de F. y, más tarde, las redes sociales cambiaron y los amigos de colegio fueron sustituidos por los activistas políticos y por los vendedores de criptomonedas. Bueno, a lo que iba: era fácil entender el hastío de aquella musa de barrio. Pero entiendo también que había algo de nobleza en la monomanía de aquel compañero de clase, al que recuerdo como a un chico más bien solitario y pesimista. Hoy lo pienso y espero que a F. le haya ido bien, que no haya acabado como Assayas después de Maggie Cheung. A la chica nunca la conocí; supongo que cuando piense ahora en F. se dirá que qué época tan extraña fue la que pasó a su lado.

Si sales en los sueños de alguien, sal huyendo, corre, como hizo la novia de F. Esa es la teoría. Lo que pasa es que los que ya no tenemos treintaypocos ya no salimos en los sueños de nadie, así que ¿cómo no ver con un suspiro aquellos juegos de dalís y galas?