CINE
En la muerte de Jaime de Armiñán

Juncal y el realismo mágico del toreo: "Búfalo, cuéntame lo del Puerto de Santa María"

Paco Rabal como Juncal
Paco Rabal como JuncalTVE
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Jaime de Armiñán coronó la década prodigiosa que los 80 fueron para el toreo con Juncal (1988), más que una serie sobre el mundo del toro, el cuadro de sus esencias, códigos y valores, incluso su ruido y sus olores. Hasta eso plasmó con un realismo mágico que traspasaba la entonces pequeña pantalla.

El planeta taurino fue para Armiñán la Colombia de García Márquez. No inventaron nada, realmente eran así, tal y como los contaron. Paco Rabal no volvió a ser Rabal, sino Juncal por siempre, el pícaro, el sinta, el torero hecho de derrotas, el hidalgo caballero de la torería, también en el hambre, el amor, la pella y la dignidad. «¡Buenos días, mi reina!. ¿Has dormido bien? Y yo que me alegro», saludaba a la Maestranza por las mañanas.

Repetíamos por las calles los giros juncalianos como nuestros, «jodío fumeque», «tomo nota», «perra vida» y «¡Búfalo!», claro: «Cuéntame lo del Puerto de Santa María, Búfalo, para refrescar la memoria». Y tarareábamos el pasodoble compuesto por Vainica Doble (dúo formado por Gloria van Aerssen y Carmen Santonja, hermana de la mujer de Armiñán, Elena Santonja) con el que le hubiera gustado dar la vuelta al ruedo del Goya de Honor en 2014: «Juncal es un torero / más artista que Belmonte, / más valiente que Espartero».

Tenía el personaje la impronta de Bojilla, el deje de Pepe Teruel, la bohemia de Chenel, la torería de Luis Fuentes Bejarano paseando por Sevilla. Y las genialidades del Papa Negro, fundador de la dinastía Bienvenida, cuya vida biografió Luis de Armiñán, el padre del cineasta, en Vida y novela de un matador de toros. En esa fuente, y en las antiguas tertulias bienvenidistas de la vieja calle de General Mola 3, bebió Jaime de Armiñán, que intimó con Antonio Bienvenida hasta el punto de dedicarle el primer capítulo de Juncal: «Para Antonio Bienvenida, hermano, maestro, gran torero, este Juncal que sin ti no habría nacido».

Jaime de Armiñán puso en pie el universo taurómaco como nadie. No hubo en el cine, ni entre los referentes de ¡Torero!, de Carlos Velo, ni en Tarde de toros, de Ladislao Vadja, obra que se aproximase a las 7 horas inalcanzables de Juncal, el realismo mágico del toreo.