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Así fue la declaración 'institucional' de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez.Borja Puig de la BellacasaMONCLOA/EFE

Pedro Sánchez hace una declaración que llama "institucional" sobre un capricho que se ha dado. Para hacerla más institucional, se va a ver antes al Rey para contárselo. A Sánchez le gusta poner en jaque al Rey, desde los besamanos en los que se coloca donde no debiera, hasta usarle para dar más relevancia a su mensaje.

El guion de la declaración está trabajado en modo historia. Dedica tres quintas partes a crear expectación, porque desde el principio parece que va a dimitir, para terminar con un anticlímax, quizás para fastidiar a los que esperaban que muriera el antagonista. Dice "no merece la pena" cuatro veces, en un uso de la epífora que ya habría querido Malcolm X, que se inventó aquel interesante "you bled" (el hombre blanco te mandó a (diferentes guerras): "sangraste"). La repetición de las mismas palabras al final de frases consecutivas transmite desesperación.

En esta parte también resalta lo mal que lo pasa su esposa con todo esto. Cuatro veces habla de su inocencia sin declararla formalmente, introduciendo cuñas para los que se quieran dar por aludidos: "Sufrimiento injusto de las personas que uno quiere y respeta", "Ataque indiscriminado a personas inocentes", "Destruir su dignidad sin el más mínimo fundamento", "Poner el foco en las víctimas y no en los agresores".

Mezcla en pocos párrafos victimismo ("No se lo deseo a nadie"), cinismo ("Tiene que ver con las reglas del juego") y feminismo, pero del de teatro, porque en España en el siglo XXI es absurdo sugerir que nadie quiera volver a "relegar a la mujer al ámbito doméstico". Usar la condición de fémina para conseguir salvarse de un aprieto no es lo que propone el feminismo.

Después declara que estos cinco días de "reflexión colectiva" que ha impuesto a los españoles ya han servido para algo, y antepone "fango" y "prácticas tóxicas" a "regeneración", "limpieza" y "juego limpio". Una antítesis de términos tan abstractos que vale para cualquier arreglo. Habrá que añadirlos a su repertorio de intangibles como progresismo, justicia social y negacionismo.

Pero lo mejor del discurso no es el drama, sino el final en el que asume la posición de líder máximo imitando un discurso cualquiera del Rey en Nochebuena. Apela a la "conciencia colectiva de la sociedad española" y usa expresiones como acuerdo generoso, sobreponerse a las heridas, vencer desafíos, contexto geopolítico y ser ejemplo e inspiración a un mundo convulso y herido. Deja de imitar al Rey cuando contrapone toda esta visión de futuro al "movimiento reaccionario mundial que aspira a imponer su agenda regresiva", que seguro ha sido la que ha llevado a los jueces a investigar a su esposa.

El siguiente paso, tras la absolución de este malentendido sobre maneras de sacar dinero del Estado, puede ser pintar su efigie en murales.

Javier Bernad. Experto en Comunicación

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