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Sergio de la Calle, sociólogo: "Vivimos en una sociedad de 'humorodeprimidos' que asocia la inteligencia con llevar el ceño fruncido"

En su libro 'La risa asusta al miedo', De la Calle reivindica el efecto terapéutico del sentido del humor frente a tanta bronca y tanta falsa solemnidad.

Sergio de la Calle, autor de 'La risa asusta al miedo'.
Sergio de la Calle, autor de 'La risa asusta al miedo'.
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Nos hemos convertido, como apunta el sociólogo Sergio de la Calle en su libro 'La risa asusta al miedo', en una sociedad de 'humorodeprimidos' en la que el ceño fruncido se interpreta como un signo de solidez intelectual y se premia más una sonrisa bonita (que dé bien en la foto) que una sonrisa genuina.

En un escenario caótico, de crisis bélica, económica, climática y social, De la Calle reivindica el poder terapéutico del sentido del humor, pero en su mejor versión: sin burlas, ni mofas facilonas.

No resulta paradójico (y dice mucho de cómo estamos) que se tenga que 'reivindicar' la risa en la época de la exaltación de la felicidad y las sonrisas. ¿Es todo 'fake'?
Hay que huir de las generalizaciones, pero sí, hay mucha pose. Sobre todo, y debido a la exposición en las redes sociales, mucha gente se ha quedado más en la forma que en el fondo. Es decir, se busca más una sonrisa bonita que una sonrisa genuina. Por esa razón, el mercado de la cosmética dental mueve millones y cada vez son más los tratamientos en todo el mundo. Tanto es así, que algunos especialistas aseguran que la obsesión por tener la dentadura perfecta también ha fomentado la dismorfia dental (obsesión con la apariencia de los dientes), que tiene su mejor representación en la 'blancorexia' y la proliferación de los blanqueamientos dentales. Al final,.la sonrisa permanente pierde valor.
A veces, da la sensación de que la risa es como de locos. Tipo Joker. Que lo que se lleva es una sonrisa 'instagrameable' y contenida... ¿Por qué parece que 'nos da palo' reírnos sonoramente, como si fuera de mala educación?
En "La risa asusta al miedo" hablo de la peste de los diferentes tipos de humorodeprimidos y hay uno de ellos que asocia inteligencia con seriedad y, por contra, la risa con la falta de la misma. En el libro cito a la reputada psicóloga Pilar Sordo que, basándose en esta idea, afirma que se supone "que el ceño bien fruncido, es de persona estudiosa. Y si el malhumorado lee mucho, da la sensación de que su bagaje cultural está determinado por su cara contracturada". Personalmente, respecto a la risa, prefiero pasarme que no llegar. Como dijo el poeta chileno Nicanor Parra: "Entre caer en la solemnidad y caer en la vulgaridad, es preferible caer en la vulgaridad".
Reír, sonreír, bailar y cantar. Cuando dejamos de hacer todo esto, es que algo no va bien dentro de nosotros, ¿verdad?
¡Qué bueno que utilices esos verbos de acción! Me recuerda a una de las estrofas de la famosa canción 'Always Look on the Bright Side of Life', que cierra la icónica 'La Vida de Brian', dirigida por Terry Jones y escrita por los Monty Python en 1979. "Si la vida te parece totalmente podrida, es que hay algo que has olvidado y es reír, sonreír, bailar y cantar!". La gente cree que todo eso aflora de forma espontánea y natural. Y no es así. Encontrar el lado humorístico de las cosas requiere un esfuerzo consciente.
"El humor no tiene nada que ver con estar contento. El humor verdadero sale de las penas", dices. Y a mí se me viene a la cabeza Eugenio...
Es curioso que menciones a este humorista que reventó la escena en los 80 del siglo pasado, porque hablo de él en el libro. Eugenio se encontró con la comedia por casualidad. No disfrutaba del escenario y los espectadores le intimidaban. Empezó a utilizar sus características gafas ahumadas para no ver nítidamente sus rostros. La pérdida de su mujer lo devastó, pero no dejó de hacer reír a otros. Enfermó de tristeza y Gerard Jofra, su hijo primogénito, escribió en su biografía, publicada por Libros Cúpula en el año 2018: "Mi madre le enseñó cuál era su medicina y la medicina de mi padre era subir a un escenario". En la misma línea, el periodista de EL MUNDO Rodrigo Terrasa le definió en un reportaje como "Un artista con aspecto de sepulturero que hizo reír a todo el país sin una sola mueca, serio como una lápida, con una voz abisal que asomaba bajo una luz cenital, a cámara lenta entre caladas de Ducados, sorbos de cubata y carcajadas ajenas [...](...). Un hombre triste tremendamente divertido".
Dices: "El humor es mi bote salvavidas. Mi chaleco antibalas. Mi fuente de energía limpia, renovable y sostenible. Mi Prozac y mi viagra". ¿No estaría genial que lo fomentaran en nosotros desde que somos pequeños en lugar de reprimirlo desde que vamos al colegio?
Es muy buen punto. Te acuerdas al profesor o la profesora diciendo eso de "Y tú ¿de que te ríes? Cuéntale el chiste a tus compañeros en voz alta para que nos riamos todos". El objetivo era ridiculizar al estudiante que se atrevía a reír en clase. ¡Que gran error!. En mi primer libro, 'Lidera con sentido del humor', dedico un capítulo entero a la íntima relación entre humor y aprendizaje. El humor debería ser imprescindible en el enseñanza: captura la atención y refuerza la memorabilidad". El aburrimiento es el enemigo principal del aprendizaje y, lamentablemente, está instalado en nuestras aulas.
Si vas al cine a ver una comedia o cuentas chistes tienes todas las papeletas para que te tilden de superficial. ¿No crees que se menosprecia el sentido del humor?
En el campo de las letras, para Aristóteles solo había dos géneros respetables, que eran la tragedia y la epopeya, y establece una diferencia clara entre la tragedia y la comedia. Según él, esta última se ocupa de caracteres de un tipo inferior y, desde el punto de vista estético, lo risible es entendido como un defecto. Esto sigue ocurriendo cuando la gran paradoja es que es mucho más difícil hacer reír. La lágrima es mucho más barata que la risa. Y, sin embargo, la seguimos subestimando. Solo queda reivindicarla y defenderla.
Aseguras que estamos 'humorodeprimidos' ¿Estamos perdiendo el sentido del humor de no usarlo?
Es el miedo a fallar lo que nos inhibe. El que dirán si no sale bien. Este año hice presentación de libro, sobre todo, por una razón: que la vieran mis hijos En las anteriores no les llevé, porque mis anteriores libros son pura narrativa empresarial y era irrelevante para ellos. Además, me he empachado de escribir y no sé si habrá más obras, así que no quería perder la oportunidad de mostrársela. En la presentación de 'La risa asusta al miedo' arriesgué mucho más. Hice la temeridad de diseccionar un chiste grueso para reivindicar la inteligencia como causa y la cohesión de la audiencia como consecuencia. Quizás, no era necesario para el mensaje, pero sí que lo era para lo que quería mostrarles: que no hay miedo más ridículo que el miedo al ridículo. El miedo a hacer el ridículo es un lastre que mantiene pegado al suelo. Un ancla que impide el movimiento. Una carga que limita el crecimiento personal. La presentación salió razonablemente bien y les quedó claro que el miedo al qué dirán tiene su papel en el teatro de la vida, pero que no debería ser más que un mero figurante.
Broncas en el congreso, en la televisión, en la calle... ¿No crees que nos sobra mala leche y nos falta gracia, que nos iría mejor si, en lugar de tanto exabrupto, tiráramos más de humor, aunque fuera negro?
Tener posiciones encontradas no quiere decir no poderse llevar bien. Es una pena que los políticos utilicen el humor en su peor versión: la burla, la mofa del adversario. Al utilizarlo para insultar, solo se insultan a sí mismos. Deberían aprender de Ian Paisley, el devoto líder del Partido Unionista Democrático, y de Martin McGuinness, exdirigente del IRA, de quienes dependían las negociaciones de paz en Irlanda del Norte. El humor venció la enorme distancia que había entre dos de los perfiles más antagónicos que haya podido existir en la arena política; dos polos opuestos, con una herencia manchada de sangre a la espalda, amplificada por la distancia religiosa....Y llegaron a un acuerdo contra todo pronóstico. Es más, el afilado sentido del humor que compartían Ian y Martin, que molestaba mucho a no pocos seguidores de ambos bandos e hizo que se ganaran el despectivo apodo de los 'Hermanos Risitas', fue la base de su amistad. Un amigo, nacido y criado en Cataluña, comenta que el gran problema de bloqueo al que ha llevado el 'procés' separatista es que ni los independentistas ni el Gobierno central han sido capaces de encontrar el sentido del humor al tema.
¿Crees que el miedo a ofender nos eche para atrás a la ahora de tirar de sentido del humor?
Ciertamente, puede haber alguien que se ofenda. Pero mi miedo a ver un mundo sin risa es mucho mayor que mi miedo a ofender con la risa. Es cierto que, ahora, muchos dudan si asumir el riesgo y se decantan por el mensaje aséptico. Para evitar la tibieza y reivindicar la risa, Campofrío lanzó la muy brillante campaña de Navidad de 2018 en defensa del humor frente a la tiranía de lo políticamente correcto, en la que presentaba un futuro distópico en el que los chistes son un objeto de lujo, al alcance de unos pocos. Me pareció brillante. "El que tiene boca, se equivoca", dice el refrán, y, si utilizas el humor con frecuencia, alguna vez ocurrirá. El humor puede salir mal, sí. Pero lo normal es que salga bien.
¡Por favor, danos algunos consejos para entrenar nuestro sentido del humor!
¡Pues claro! Identifica qué cosas te hacen reír y elige las que, en primera instancia, te parezcan divertidas a ti y, por tanto, que disfrutes contando. Para divertir, hay que divertirse. Identifica tu estilo y aliméntalo. No te compares con otros. Cuenta historias, no chistes. Y ponte tú en el centro: "Te reirás de ti mismo sobre todas las cosas".